“POLCA DEL MOLINO”
Esta canciòn surge de la historia que nos regala este paisaje montevideano, puesto que siendo asìduo visitante del lugar en las tardes de verano, mate en mano comence a imaginarme hechos y costumbres que habrìan sucedido años atràs y que ignoraba. Cada piedra que pisaba me transportaba en el tiempo y fue asì que comencè una investigaciòn sobre la mìstica del lugar y me vi envuelto en una magìa que terminò por enamorarme aun màs de ese esplendido paraje.
del Molino de Juan María Pérez, construido en 1840 en una barranca de la playa Malvín, que hoy se yergue reconstruido, en el Parque Barofio; aquel siguió funcionando luego de la muerte de su propietario en 1847. A partir de 1887 y hasta 1895 continuó sus moliendas a cargo de José Acossano.
Cuentan las crónicas y las tradiciones orales, que el molino fue semi destruido por efecto de las grandes lluvias de 1895 que provocaron inundaciones de tal magnitud, que causaron la salida de su cauce de la laguna del parque Durandeau (hoy parque Rivera); el temor de los vecinos ante tal acontecimiento, los llevó a abrir un canal que arrojó las aguas hacia el arroyo que llegaba al molino, la fuerza de esta causó daños en su rueda y lo inundaron. A partir de ese accidente el molino fue utilizado como descanso por ciertos personajes, que en sus excursiones llegaban a la zona y entre los que se cuentan el célebre pintor Pedro Figari y su hermano, los señores Domingo Arena, José Batlle y Ordoñez, Julio Guani, Juan Campistegui y Juan Pedro Castro.
Hacia finales del siglo pasado y los primeros años del siglo XX, Malvín era un paraje desierto, cubierto de médanos y montes de eucaliptus, sólo frecuentado por las lavanderas que, expulsadas de "los pocitos", comenzaron a desarrollar sus labores en las aguas dulces que le ofrecía la laguna, existente en la hoy calle Dr. Decroly (antes Bermejo), entre las calles Amazonas (antes Pirapó, luego Mosquitos) y Míchigan (antes Isla de las Gaviotas), llegando casi hasta la calle Pilcomayo y también las del Arroyo Malvín, hoy bajo la rambla Concepción del Uruguay.
A la temprana presencia de las lavanderas, que marcaron su presencia con ranchos de madera y zinc en torno a la laguna y al arroyo, se sumaron carreros que transportaban arena por el camino de la Aldea y algunas chacras y quintas por el mismo lugar. Dos paradas obligatorias para los carreros y centro de abastecimiento para las familias eran por aquellos primeros años del 900, el almacén y bar "Lavaderos del Este" que instaló Nicolás Folle en 1906 en la calle Pilcomayo y Rimac y el almacén y bar "La Viuda" en la esquina de Avda. Italia y Caldas de larga actividad, cerrado definitivamente hace unos años”.
VOLVER A LA PAGINA PRINCIPAL